Densidades

Javier Fernández Castro, Matías H. Torres

miércoles, 4 de octubre de 2017  |   

La primera gestión del Programa Crédito Argentino - ProCreAr, se propuso como un dinamizador de activos públicos (en este caso fondos de pensión), aplicados a reactivar la construcción, generadora de empleo formal re-alimentador del fondo utilizado, dinamizando el crédito inmobiliario para sectores medios, hasta entonces inexistente, como política de reactivación anti cíclica. 

Sobre esta ecuación económica fundante, arquitectos y urbanistas convocados intentamos sumar calificación espacial. 

Siluetas correspondientes a los predios asignados a los desarrollos urbanísticos que fueron llamados a licitación durante los años 2012-2015, y la densidad bruta de los mismos (relación cantidad de habitantes y la superficie total del predio)

El resguardo de la capacidad decisional del Estado en la prefiguración de la escala urbana como garante de inserciones articuladas, la búsqueda de roles catalizadores de desarrollo socio - espacial, la descomposición de las totalidades en unidades de gestión diversas y articuladas propiciadoras de heterogeneidades circunscriptas, la superación de la idea de vivienda subsidiada asociada a la economía de recursos experimentando nuevas ecuaciones de equilibrio, la recuperación de la densidad central para las políticas de hábitat abandonando prejuicios atávicos, la relectura crítica de viejos y nuevos paradigmas en la materia, la asunción de programas híbridos al reconocer nuevos núcleos de convivencia, la aplicación de tecnologías contemporáneas propiciadoras de empleo calificado, la participación de estudios diversos en la especificación de los proyectos arquitectónicos, la consiguiente generación de empleo en la industria y la propia profesión, etc., son algunas de las hipótesis que fueron puestas en juego.

Cada “desarrollo urbanístico” fue pensado como un fragmento de ciudad, superposición virtuosa de programas complementarios a la habitación. La generación de nuevas referencias, infraestructuras, accesibilidad, espacios y equipamientos públicos, no fueron entendidos sólo como aditamentos superfluos sino como condiciones necesarias de sustentabilidad en cada proyecto.

Podemos revisar al menos tres patrimonios de nuestra Buenos Aires, ecuménicamente distribuidos en sendos movimientos políticos y momentos históricos, para que nadie se ofenda en estos tiempos de áspera discusión. Son la Casa Colectiva Los Andes (1925-28) de Fermín Bereterbide, el Barrio Simón Bolívar (1949-52) de Héctor Fariña Rice, y el Barrio Catalinas Sur (1962-65) de Kokourek, Susta y Garrone. En ellos densidad, hibridez programática, generosidad espacial, calidad material, apropiación cierta, flexibilidad e incluso valor de mercado se articulan aún en el presente.

En los nuevos emprendimiento de Pompeya y Barracas, situados sobre dos estaciones sucesivas del Ferrocarril Belgrano sur, la presencia de los trasbordos, la impronta de los vacíos preexistentes, su rol en la articulación de flujos y entornos próximos, las referencias incluidas en la generación de espacios y equipamientos públicos, combinadas con tipos reconocibles en equilibrio de lo doméstico y lo urbano, intentan retomar estas tradiciones en clave contemporánea. 

En lo cuantitativo, casi 4000 unidades entre los dos emprendimientos, para una población de más de 13.000 habitantes, implican la mayor operación en la materia en territorio porteño en el último medio siglo.

Su culminación y apropiación futura dirán si las hipótesis de partida podrán ser verificadas total o parcialmente.   


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